Los científicos creen que hacerlo con humanos es un objetivo alcanzable
PABLO JAUREGUI
Especial para EL MUNDO
En el siglo XXI, la ingeniería genética quizá se utilizará para aumentar la inteligencia de la especie humana. De momento, un equipo de científicos estadounidenses ya ha demostrado que esto se puede conseguir con animales de laboratorio.
En un experimento espectacular, el investigador Joe Tsien, de la Universidad de Princeton, y sus colaboradores han incrementado la memoria y la capacidad de aprendizaje de unos ratones tras manipular un gen vinculado al funcionamiento del cerebro. Este trabajo, que se publica hoy en la revista Nature, sin duda va a dar un gran impulso a la búsqueda científica de técnicas para mejorar las facultades cognitivas del ser humano.
En los últimos años, los imparables avances en el campo de la genética han generado muchas especulaciones sobre un mundo futuro en el que quizá exista la posibilidad de potenciar la inteligencia de las personas con este tipo de técnicas. Según los autores del experimento, esta idea ya no debe considerarse una fantasía de ciencia ficción, sino un objetivo alcanzable: «Nuestros resultados sugieren que el aumento genético de capacidades cognitivas y mentales como la inteligencia y la memoria es factible en mamíferos», dicen.
Receptores cerebrales
En la primera fase del experimento, Tsien y sus colegas manipularon los genes de varios ratones para intentar incrementar su potencial cognitivo. La idea de los científicos fue aumentar artificialmente la producción de unos receptores cerebrales que facilitan la transmisión de mensajes entre las neuronas. En concreto, la técnica incrementó la activación de los llamados receptores NMDA, y de esta manera se fortalecieron las conexiones sinápticas en el cerebro.
Basándose en una vieja teoría sobre el aprendizaje que propuso el investigador Charles Hebb en 1949, la hipótesis de los investigadores era que esta manipulación genética aumentaría las habilidades cognitivas de los animales. Todos los ratones transgénicos se desarrollaron de una forma normal, y en general, su comportamiento era idéntico al de cualquier otro roedor. Sin embargo, al realizar varias pruebas de memoria y aprendizaje, estos ratones exhibieron habilidades muy superiores a otros ejemplares de su misma especie.
Los animales manipulados, por ejemplo, mostraron una mayor capacidad para reconocer objetos y acordarse de ellos. En una prueba inicial, los investigadores colocaron dos objetos, una esfera y un cubo, en la jaula de los ratones transgénicos, y en el de otros roedores normales. Durante este periodo de aprendizaje, todos los animales mostraron el mismo interés por ambos objetos. Sin embargo, al día siguiente, si se introducía otro elemento diferente, como por ejemplo una estrella, los ratones transgénicos mostraban mucha más curiosidad por esta novedad.
Según los científicos, esto quiere decir que los animales manipulados sabían identificar con mucha más facilidad la presencia de un objeto nuevo, y distinguirlo de otros que ya habían explorado anteriormente.
Además, los investigadores también comprobaron que los ratones transgénicos tenían una mayor facilidad para retener memorias emocionales. En una sesión inicial de aprendizaje, Tsien y sus colegas enseñaron a estos animales y a otros roedores normales a identificar el sonido de una campana con un pequeño shock eléctrico que les producía un calambre en las patas.
Sin embargo, conforme pasaba el tiempo, los ratones normales se olvidaban con mucha más facilidad de la asociación entre la campana y el shock. Cuando había pasado una hora, un día, o 10 días, los animales transgénicos demostraron con sus reacciones que no habían olvidado esta lección: en cuanto oían la campana, se quedaban paralizados de miedo, al anticipar el dolor del calambre. Sin embargo, los ratones normales eran mucho más torpes, y en poco tiempo se olvidaban de esta relación.
Finalmente, en una tercera prueba, los investigadores sumergieron a los ratones manipulados y a los animales normales en un laberinto acuático. Para salir de él, los roedores tenían que encontrar una plataforma que les permitía escapar. Una vez más, los ratones transgénicos demostraron que eran unos auténticos genios comparados con los miembros normales de su especie.
En general, la superioridad cerebral de los animales manipulados casi siempre les permitía orientarse mejor y encontrar la salida del laberinto con mucha mayor facilidad. Por lo tanto, tres pruebas diferentes de memoria y aprendizaje demostraron claramente un incremento en las capacidades cognitivas de los ratones transgénicos.
Un primer paso
Jamás se había logrado una prueba científica tan clara que demostrase la posibilidad de incrementar las facultades cognitivas del cerebro mediante técnicas de ingeniería genética.
Para los autores del experimento, se trata de «una estrategia prometedora para la creación de mamíferos genéticamente modificados con una inteligencia y una memoria superiores».
Los investigadores señalan que el descubrimiento de un mecanismo cerebral que se puede manipular para incrementar la memoria podría representar una diana terapéutica ideal para luchar contra enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o los trastornos que dificultan el aprendizaje.
Como los resultados del estudio sólo se han observado con animales de laboratorio, estas aplicaciones sólo pueden considerarse esperanzas para un futuro lejano.
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